Al comprar el libro, antes de
comenzar a leerlo, me asaltó el recuerdo, ya algo brumoso por el tiempo, de
otras lecturas de Puig. El beso de la
mujer araña la recuerdo, aunque muy vagamente, como una buena obra. Pensé
en ese momento que la historia de la literatura, por lo menos la historia de la
literatura en lengua castellana, había sido injusta con Puig, un narrador que
sí estuvo muy bien posicionado en su momento, en el post boom.
Pero entonces leí este relato
amorfo, repartido en tres tramas que no llegan a tocarse y acaso no llegan
tampoco a vincularse; leí tanto diálogo estéril, tanto confesión baladí, tanta
sensiblería que no sé si quiso parecer parodia pero sólo llega a gazmoñería;
leí la supuesta versión del pensamiento de una mujer (si eso es lo que en
realidad piensan las mujeres ya no me causa intriga saberlo). Y entonces pensé que
lo que permanece en el tiempo es sin duda lo
que es.
En este momento no lamento que se
hayan perdido para la posteridad, que
no sean leídas hoy día, “injustamente”, obras “importantes”. Con seguridad se
merecen estar allí en ese limbo, donde Pubis
angelical va a parar, hasta que muera de manera definitiva. Quién sabe si
su autor también. Quién sabe qué quedará de él. Tal vez sólo sea mencionado por
la mencionada: El beso de la mujer araña.
Tal vez la genialidad sólo nos toca una vez, cuando nos toca. Ya lograr
algo debería disculpar nuestros demás
dislates, nuestras invenciones erradas.
Hay días que pienso que uno debería
ser árbitro de su obra (como ya escribí en alguna parte. Hay en días en que
pienso lo contrario, es decir, que como uno no sabe cuál es la acertada debería
publicarlo todo y esperar que el tiempo y los lectores den el juicio final. Tal
vez sólo quede una línea, tal vez sólo sea una referencia (como Marlowe).
No sé si Manuel Puig habrá muerto. Parece que lo estuviera.
Parece sus libros no van a sobrevivir a su propia muerte; quizás sólo sobreviva
en antologías, o en enumeraciones del tipo: “en esa época hubo también otros
escritores...”
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