El
término libro total ha sido empleado, en no pocas ocasiones, con diferentes
sentidos y connotaciones, para referirse a cosas tan dispares como una
biblioteca digital o a proyectos culturales, entre otros. Pero, yo siempre he
pensado en que el término cabe aplicarlo a algunos libros, ciertos libros, que
pueden o quieren abarcar una totalidad. Y aquí noto, nuevamente, que incurre en
otro oxímoron (un metaoxímoron), que me obligará a explicarme aún más.
¿Qué
clase de totalidad puede abarcar un libro? ¿Puede el libro, un libro, decir
todo con respecto a algo, sin que quepa decir nada más, sin que quepa
posibilidades para glosas, interpretaciones, comentarios, prólogos y otras adendas?
Evidentemente, no: siempre habrá algo más que decir, sobre el tema, o sobre el
libro. De modo tal que el libro total en el que pienso sería algo así como la
prueba ontológica de San Anselmo: lo mayor que lo cual nada pueda pensarse.
Dicho de otro modo, y referido al texto: puede decirse algo más sobre el tema,
o sobre el libro, pero ese algo más nunca superará el libro en cuestión.
Hay
varios, entonces, que se me antojan como ejemplos: Ulises, sin lugar a dudas, es un libro total, en algún sentido.
Pueden decirse muchas cosas sobre Joyce, sobre Stephen Dedalus, puede
escribirse una novela que trate de abarcar, en muchas páginas, la totalidad de
un día en la vida de alguien; incluso una tan vasta, o más vasta, que la de
Joyce, pero no creo que opaque o haga sombra a Ulises. Lo mismo pienso de Moby dick: novela, tratado sobre el arte
de cazar ballenas, historia de la caza de ballenas, volumen que compila,
comenta y complementa todos los textos anteriores sobre el arte de cazar
ballenas y aún más.
Puede
haber otros libros sobre la caza de las ballenas, y de hecho pueden haberse
escrito (en este momento confieso mi total ignorancia al respecto), pero todos los
posteriores van a tener que mencionar, homenajear, parafrasear, o tener en
cuenta, de manera u otra, insoslayablemente, la vasta, erudita, sesuda y voluminosa
obra de Melville. Incluso, no mencionarla, intencionalmente, puede considerarse
una voluntaria reacción contra la misma, algo así como hablar del psicoanálisis
sin hablar de Freud; de modo tal que se entrevería claramente la intención
iconoclasta, parricida, del autor que decidiera ignorarla (cuando no la
ignorancia pura y simple).
Se
queda entonces, el libro total, como peñón de Gibraltar, resistiendo el embate
del tiempo, y marcando algo que no nos gustaría admitir: algo que no podrá
jamás superarse es también algo que no va a volver a ocurrir. En una nota que
escribí sobre los clásicos decía: si un libro clásico es la obra que marca el
punto culminante de una cultura, una cultura debería cuidarse, entonces, de
producir clásicos, porque más allá no hay nada más. Después de la Iliada y la
Odisea, no hubo épica griega; después del Quijote, terminó de morir la
novela de caballería; después de Melville, no hubo novelas sobre el arte de
cazar ballenas (y si las hubo, a nadie le importan).
Un
libro total es también un epitafio.
(Imagen tomada de http://dr-phoenix.deviantart.com/art/Moby-Dick-Ms-Paint-149645463)
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