miércoles, 24 de julio de 2013

Esplendor de Portugal- Antonio Lobo Antunes

      Las notas de contraportada son los textos más falibles al momento de propalar las cualidades de un libro: llenos de lugares comunes, clichés literarios y con una prosa más cercana a la de la publicidad que a la de la crítica propiamente dicha; a menudo pensamos que las cosas que en esta clase de notas se dicen pueden fácilmente referirse a cualquier libro, inclusive el que estamos leyendo, tal es su talante ambiguo.

   Sin embargo, por primera vez puedo decir que coincido plenamente con una de esas pseudo reseñas, en este caso con un extracto de una publicación del diario El país, que aparece citado en la nota de contraportada, donde se presenta a Esplendor de Portugal como una obra en la que el autor ensancha los límites del género de la novela. Y si bien no es una total reinvención del género, sí por lo menos puedo decir que en cada libro Lobo Antunes se reinventa a sí mismo.
  Narrada a cuatro voces, o desde cuatro miradas, Esplendor de Portugal es tanto la visión del colonizador europeo sobre el territorio africano ocupado (en este caso Angola) como la visión de ese europeo hacia su madre patria, de la cual está desarraigado, quedando como en una suerte de limbo: no es europeo, se siente y se sabe despreciado por el europeo (el completamente europeo) ni es africano, ya que desprecia al local y no quiere verlo más que como lo que piensa que es: un ser escasamente superior a un animal de labranza.
   Tres hijos y una madre son las voces que se alternan en deshilvanar o hilvanar el hilo de la historia; una familia completamente disfuncional y atípica: un padre alcohólico, una hija ninfómana, un hijo bastardo y mestizo, un hijo epiléptico y acaso algo retardado. Pienso que a veces en la literatura, proceder de esta manera, es decir, tomando prestadas las voces de personajes que no son lo más conspicuo de una sociedad, sino quizás la escoria, los marginales, los execrados, produce un efecto más interesante, ya que es una mirada ni complaciente, ni conformista. Es una mirada alterna, oblicua, más irreverente, despojada de eufemismos o de posturas políticamente correctas.
   Lo que más gusta de Lobo Antunes es eso, que sus personajes no tienen doble moral, en el sentido de que son como son sin tapujos, aunque lo que digan pueda sonar a todas luces ofensivo para alguien. Por ejemplo, a menudo la madre despotrica de los esclavos negros, quienes tienen la mala costumbre de enfermarse o de morir. Para ella no son más que instrumentos, cosas, un poco más que animales pero menos que personas. No muestra conmiseración ni se disculpa por pensar como piensa, ya que en la visión de mundo donde se ha formado, eso no está mal.
   Y no es porque yo esté de acuerdo con ese discurso o esa forma de ver la vida, sino porque la literatura debe ser auténtica en algún sentido, por lo menos en éste. Y escamotear esa clase de afirmaciones o de visiones, que pueden resultar, como decía, algo o bastante chocantes, equivaldría a edulcorar la historia hasta convertir a la literatura en un cuento de hadas. Pero también, excederse y presentar todo en términos de una total sordidez y corrupción, también puede producir un efecto similar de irrealidad. Claro que Lobo Antunes tampoco peca de eso, sino que se mantiene en equilibrio sobre ambos lados, produciendo una prosa con extraño, inquietante y atrayente lirismo sórdido, valga el oxímoron.
Rafael Victorino Muñoz
@soyvictorinox