Las amistades peligrosas, varias veces llevada al cine, es una novela
epistolar polifónica: una narración que se construye a partir de las voces, a
partir de los textos (sobre todo cartas, pero también diarios) de varios
personajes. Éste me parece uno de los géneros más complicados, por muy
distintas y variadas razones.
En
primer lugar, algo que me pasó con la lectura de Drácula de Bram Stoker,
también del mismo género, fue que me aburrí con tanto detalle nimio. Claro,
para mantener la verosimilitud el autor debe incluir en los textos (cartas o
diarios) de los otros (personajes) muchas otras cosas (ajenas a la trama real),
que es de lo que presume uno habla en las cartas. Curiosamente con Memorias
de dos recién casadas de Balzac esto no me ocurrió; quizá porque la esencia
misma de la historia tenía que ver con esas pequeñeces, esa cotidianidad.
Otra
cosa que pasa, y le pasa precisamente a Choderlos de Laclos, es que no siempre
se puede pensar como otro y hablar como otro, es decir, se termina siendo muy
monocorde: en lugar de varias voces, parece una sola. Para evitar esto, si yo
quisiera escribir algo así, podría recurrir a un ardid: solicitar a colaboradores
invisibles la redacción de las cartas, explicándoles el asunto. Así se
reflejaría mejor otra visión y otra voz, distinta de la del autor.
Ahora
se me ocurre pensar que tal vez Choderlos hizo esto, o que si logró asumir
voces diferentes al escribir las cartas y diarios que conforman su obra, pero
tal vez el traductor se encargó de uniformizar los estilos y terminé leyendo
precisamente lo que no quería: una voz hablando consigo misma, como una imagen
repetida en mil espejos.
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