sábado, 28 de abril de 2018

De cómo fue que se murió el cadáver

En Venezuela ha habido, sucesivamente, cuatro reformas educativas con respecto a la enseñanza de la lengua y la literatura, desde que yo nací, entré en uso de razón, pasé por la escuela y luego por la universidad, donde estudié una carrera que tiene que ver precisamente con este asunto. De estas reformas no me voy a referir a la última, por ser muy reciente aún para comprender sus alcances. Las otras fueron, en orden cronológico: el Programa de Diversificado fundamentado en el Decreto 1.052, promulgado en 1972; el Normativo de Educación Básica (de 1987, fundamentado en la Ley Orgánica de Educación de 1980) y el Currículum Básico Nacional (CBN) de 1996.
Estas reformas fueron parciales, hechas a medias y no concluidas en su momento, ni en ningún otro. Explico: cuando se decreta el Currículum Básico Nacional de 1996, se establecen claros objetivos para la primera y segunda etapas (hasta sexto grado), dejando como tarea pendiente (que nunca llegó a concretarse) la tercera etapa; de igual modo, el Normativo de Educación Básico dejó como tarea pendiente el Diversificado. De modo que, cuanto más se avanzaba en el nivel educativo, más viejo era el currículum correspondiente, más desactualizado o menos vigente. De igual manera, se puede decir que estudiábamos hasta sexto grado con un modelo o idea de lo que se quería, con otro entre séptimo y noveno (o entre primero y tercer años, como lo llamamos en mi tiempo) y con uno completamente distinto en bachillerato.
Para la primera y segunda etapas está todo muy claramente formulado en el CBN: objetivos, competencias, indicadores, contenidos conceptuales, procedimentales, actitudinales. Para tercera etapa, se estaba un paso más atrás, de acuerdo con lo dicho en el párrafo anterior, ya que el programa de Castellano y Literatura de tercera no fue sometido a reforma en 1996, por lo que se siguió utilizando el anterior, es decir, el correspondiente al Normativo de Educación Básica (1987). Pero, en lo que respecta al bachillerato:
...si bien existía un Programa de Castellano y Literatura (primer año, 1972; segundo año, 1973), es de destacar que como no llegó a consolidarse un Normativo de Diversificado (...) este programa de Castellano quedó como en una suerte de limbo y fue bastante desestimado, hasta el punto tal de que se llegó incluso a pensar que no tenía ninguna vigencia.
Por lo general se trabajó con lo planteado por algunos libros de texto, como el de Peña Hurtado y Yépez (1995) y el de Peña Hurtado (1991), que se asumía prefiguraban el programa ausente. Es de destacar que, según Resolución 311 del 11 de junio de 1979 (Gaceta Oficial de la República de Venezuela), se autoriza a ambas obras como libros de texto (Castillo, 2007: 76)1
Así que como segundo hecho curioso constato que, en materia de políticas educativas con respecto a la enseñanza de literatura en diversificado, se delegó en un ente privado la decisión de qué enseñar, cómo enseñar y cuáles serían los autores estudiados. Dicho de otro modo, y aquí llego al centro inefable de mi relato, los celebérrimos libros de Peña Hurtado (originalmente editados en los ´80) se erigieron, por omisión, en el canon de la literatura que se aprende en la escuela. Y lo que es peor aún, ya que muchas personas que pasan por el bachillerato no vuelven a tener jamás contacto con la literatura, la idea que adquirieron y aún conservan de la misma es la de Peña Hurtado, que con todas sus buenas intenciones (si las hubiere), sólo es una más. De tal idea, con respecto al qué y al cómo, es que quiero hablar.
Esto es el para qué se lee o lo que se espera que alguien logre cuando lee, según Peña Hurtado:
  1. Enriquecer su vocabulario a través de un texto literario
  2. utilizar correctamente fuentes de información para aumentar sus conocimientos literarios
  3. mostrar habilidad para aplicar técnicas en la interpretación y análisis de los textos literarios
  4. identificar ideas, temas, formas expresivas, recursos literarios y características de las obras literarias
  5. resumir, elaborar síntesis y redactar conclusiones precisas acerca de temas estudiados
  6. demostrar el progreso de su buen gusto literario al interesarse por las buenas lecturas
  7. relacionar el fenómeno literario con los hechos de carácter histórico, social, económico y político
  8. emitir juicios comparativos en torno a épocas, movimientos literarios, temas y autores diferentes, estudiados en el año escolar
Risas aparte, después de leer el punto 6, cuando se escriba acerca de las diferencias entre la lectura en el mundo real (es decir, lo que hacemos de verdad las personas cuando, en la intimidad de nuestras vidas, decidimos emprender la lectura de un texto) y el sistema de usos escolares, tendrán que dedicarle un capítulo completo a Peña Hurtado. Salvo alguna que otra excepción, los objetivos que nos proponemos al leer alguna novela, difieren tanto de los citados, que no me extraña que las personas comunes no encuentren ninguna utilidad a la lectura de obras literarias en su vida cotidiana.
No digo que no ocurran, de hecho, lo mencionado en los puntos 1, 7 y 8, también son parte de las cosas que pasan cuando leemos. Pero no son el fin en sí. Es algo así como lo que sucede cuando salimos a caminar con la intención de comprar unos zapatos, pero en el camino nos comemos un dulce o nos encontramos con un amigo al que teníamos tiempo sin ver. Ninguna de ésas eran las razones por las que decidimos emprender el camino. Y ninguna de las arriba mencionadas es la razón por la cual decido comenzar a leer un libro, cuando lo escojo de entre los muchos de mi biblioteca o de una librería.
En concordancia con lo anterior, lo que el estudiante debe hacer para lograr los objetivos, difiere también de lo que hacemos cuando leemos en nuestra intimidad. Básicamente, buena parte de las actividades se refiere a lo superestructural del texto: se lee un poema épico pero sólo para reconocer las características del poema épico; se lee un poema neoclásico para saber lo que es el neoclasicismo; no importa el libro que leemos sino el género al que pertenece. Por ejemplo, esto se observa cuando se recomienda hacer un análisis de la poesía de Andrés Bello, a partir precisamente de las características del neoclasicismo hispanoamericano; es decir, el lector requiere de un marco de prescripciones o de apoyos (muletas, diría yo) para entrar en el texto; una serie de intermediarios que hacen que se pierda de vista la verdadera lectura, que no se sabe cuándo y cómo tendrá lugar.
Me recuerda un poco aquello que decía Gabriel Zaid sobre los manuales para aprender a andar en bicicleta:
Siguen detalladas instrucciones para el pie izquierdo y para el derecho. Para "evitar irritaciones (prostatitis)"... Lo que no viene es cómo seguir tan largas instrucciones: si han de aprenderse de memoria, o ser leídas en voz alta por un amigo que lleve el pesadísimo volumen al galope, él a pie y uno en bicicleta, o si de ha de ponerse un atril en la misma para ir leyendo...
Lo que sucede, volviendo al Peña Hurtado, es que tanto la lectura como las actividades sugeridas en el texto van encaminadas al logro del objetivo propuesto, de lo cual se infiere que la obra literaria tiene un papel secundario aquí; lo que prevalece es el objetivo. Si queda alguna duda, él mismo lo dice:
Los textos literarios que los alumnos deben leer... han sido seleccionados de acuerdo a las sugerencias que nos hace el programa y a las facilidades que los mismos nos ofrecen en relación con el logro del objetivo propuesto. Se sugiere que (las lecturas complementarias) sean utilizadas para reforzar la conducta que se persigue en el objetivo si este aún no ha sido logrado a cabalidad...
Por otra parte, Peña Hurtado, como ya dijimos, estipula la selección de los textos que debe leer el estudiante, tiene su canon. El Programa de Castellano y Literatura de Ciclo Diversificado (1972), con el cual quiere estar de acuerdo el autor, explica que para seleccionar las obras "se utiliza la técnica de muestreo de corrientes muy representativas. Metodológicamente no podrá aspirarse a ir más allá de muestras de muestras". Entonces, tiene un canon basado en otro preexistente, pero reducido a una escala menor; un micro canon.
Hay muchas cosas abominables en la utilización del libro único, y durante mucho tiempo y para muchos docentes y estudiantes, el de Peña Hurtado lo es y lo ha sido. Los que dan clases de literatura se han ahorrado la tarea de averiguar qué había que mandar a leer: para eso está la lista oficial, me refiero de modo particular a los docentes que no leen nada nuevo y que se contentan con repetir año a año la misma planificación y los mismos libros (todos sabemos que existen, así como sus excepciones).
Yo no critico las obras que están allí, ya que algunas son buenas, las he leído y disfrutado, y hasta conocí obras y autores de los cuales no sabía en ese momento, como Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sábato. No las critico ni voy a salir a decir que en lugar de ésas deberían ser aquella o la otra, ya que estaría cayendo en el mismo error de instaurarme en faro del mundo en cuanto a la literatura venezolana o latinoamericana se refiere. Lo que critico es el no ir más allá de ese limitado conjunto de obras y de esos fines; ir más allá, en este caso, significa leer para otra cosa que no sea cumplir un objetivo escolar.
Claro, podríamos disculpar a Peña Hurtado diciendo que no es suya la responsabilidad de lo que haga o deje de hacer el docente en la escuela. Pero, es él quien dice, casi decreta, que esto es lo que debe leerse: "esto es lo sugerido, esto va de acuerdo con el programa (lo otro no)". Por si alguien quiere dudar de su palabra, en el anverso de la portada interna se ha reproducido el texto de una Gaceta Oficial, de fecha 7 de mayo de 1980, según la cual:
Por disposición del ciudadano Presidente de la República, visto el dictamen de los organismos técnicos del Despacho de conformidad con lo dispuesto en el artículo 63 del Reglamento General de la Ley de Educación... se autoriza la obra titulada "Lengua y Literatura" cuyo autor es Raúl Peña H., como Libro de Texto para alumnos del 2° año del Ciclo Diversificado.

Claro, hay otros libros que no son los Peña Hurtado, pero más o menos siguen el mismo esquema, en cuanto a objetivos, contenidos, autores. Son pocos los que han intentado alejarse de esta línea de pensamiento, que ya se me antoja hegemónica, pensamiento único. Y el asunto es que muchos docentes simplemente lo que quieren es hacer bien su trabajo (de acuerdo con la idea que de esto se tiene en el programa); no se atreven a ir más allá del canon, ni enseñan a otros a hacerlo, desvirtuando la esencia y lo verdaderamente valioso de leer una obra literaria. En fin.

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