martes, 5 de julio de 2011

La muerte de la literatura, Alvin Kernan (Monte Ávila, 1996 )

Todos han muerto.

Murió doña Antonia la ronca…

César Vallejo, La violencia de las horas


Una amiga me ve con este libro (La muerte de la literatura de Alvin Kernan) bajo el brazo y me pregunta:

- Ay Dios, ¿y quién se murió ahora?

- La literatura- digo yo, con una voz grave que conviene a la ocasión.

- ¿Y de qué murió?

- No se sabe; ni siquiera se sabe si estuvo viva.

Porque ése es el problema de las cosas que uno piensa que son reales y que no existen más que en nuestras propias cabezas acomodadas a la idea de que existen: las horas, el cálculo infinitesimal, el usufructo y el habeas corpus, el valor cero de una mercadería, las líneas limítrofes entre los países y hasta los mismos países. Pienso, luego las cosas comienzan a existir.

A menudo le pregunto a mi perro, que nada sabe de estas cosas (que no se ven ni tienen patas ni huelen), para ver qué opina. Le dije que murió la literatura. De cuál literatura me hablas, preguntó. En verdad no supe qué responderle. Tuve que tomar el libro por la pechera para preguntarle, muy amablemente, de cuál literatura habla.

En suma, lo que me parece más discutible de este libro de Kernan es que parte de la creencia de que la noción de literatura es una noción estática, y que lo que está en crisis no es una visión o concepción de la literatura, sino la literatura misma. Con esta clase de (ir)realidades (discursivas) vale decir que no muere en realidad la cosa, sino lo que yo u otros creemos de la cosa. Pero la cosa acaso sobreviva, de un modo asaz misterioso, como la historia de Fukuyama.

Suponer, por ejemplo, que porque la literatura ha dejado de ser materia obligatoria en muchas universidades (lo cual tampoco sucedía hace trescientos años), y que en su lugar ahora se dan cursos de lenguaje, se va a afectar sustancialmente el modo de leer o de escribir literariamente (sea lo que sea que eso signifique), es presumir que lo que pasa en las universidades tiene mucho que ver con la literatura. (Esto, al parecer, es lo que piensa Kernan.) Pero nada de eso es muy cierto, ni de lejos. La literatura de creación (sea lo que sea que eso signifique) nació y existe y seguirá existiendo fuera de esas instituciones que son la quintaesencia de la ortodoxia.

Por otra parte, tengo para mí que hablar de la muerte de la literatura es como hablar de la muerte de la cultura: cualquier cosa que muera en una cultura significa que algo más nacerá, algo que también se llama cultura; así que no se ha muerto nada, nada puede morir: ni la literatura ni la cultura se crean o se destruyen, se transforman. Puede morir una cultura, pero no la cultura. Cualquier cosa que surja de los despojos de la literatura, cualquier discurso o creación que antagonice con la visión clasicista de Elliot, es también literatura.

A pesar de estos y otros desacuerdos de inicio, pude seguir leyendo hasta el final, y sin embargo coincidir en muchos aspectos con el autor.

Rafael Victorino Muñoz

@rvictorino27

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