jueves, 4 de agosto de 2011

CUENTOS LATINOAMERICANOS SOBRE FÚTBOL


Desde sus albores, el deporte como actividad ha variado en algún u otro sentido o intencionalidad; por ejemplo, para los griegos, los juegos olímpicos tenían una valor político-religioso, e incluían en su calendario actividades culturales; pero no como en la actualidad, donde también hay manifestaciones artísticas diversas en el marco de los juegos olímpicos y otras competencias, aunque esto se hace de una forma paralela y hasta cierto punto accesoria o decorativa. Por su parte, para los romanos, el deporte era una actividad prácticamente preparatoria para la guerra; o era una forma de guerra en tiempos de paz (parafraseando a Lenin). De allí que abundaran los deportes con carros de combate, con escudos, con espadas y otras armas.

Pero lo que prevalece y ha prevalecido es el sentido de comunión que genera el deporte, incluso hoy día, al margen o a pesar de la excesiva mercantilización. Porque no hay dudas de que el deporte constituye una compleja y diversa experiencia humana, una forma especial de comunicación, puesto que permite conectar al ser humano con el otro: el que sufre dentro de la cancha o arena es una proyección de esos otros cientos o miles que miran desde fuera; ese otro que está a nuestro lado en la grada, codo con codo, celebrando o vociferando, es el mismo individuo, es la misma voz, es el mismo canto. Yo es otro, como pensaba Rimbaud.

Salvo quizás la música, y en algún momento el teatro, ninguna otra actividad humana es tan intensa para quien está en el centro de las miradas de los demás. El que escribe nada sabe de lo que piensa ese otro que nos lee en una habitación a solas; para el que hace cine (actor o director o guionista), es postergada y lejana la reacción de quien asiste a la sala o ve en la pantalla el relato en imágenes que le quisieron contar. En cambio, el cantante, el músico, el actor de teatro, y otros similares, así como el deportista, viven en el momento lo que el otro siente y piensa.

Aunque mi afirmación se puede discutir largamente, tal parece que entre más espectadores hay en la grada, más intensa se torna la experiencia. Así, en la actualidad, entre los deportes más practicados, los que se desarrollan en estadios donde caben decenas, si no cientos de miles de fanáticos al mismo tiempo, suelen ser los más conocidos, seguidos por radio y prensa, vistos por televisión; los deportistas que los practican son admirados como ídolos o héroes, o hasta villanos algunas veces. Son los deportes populares; claro que esta popularidad varía de un lugar a otro: nosotros nada sabemos de cricket, deporte muy practicado en las naciones de la Commonwealth. De igual modo, el ajedrez es uno de los más populares, y no requiere de grandes estadios.

Particularmente, el fútbol entra en esa categoría de los deportes de masas. Me refiero al fútbol (soccer), en el que compiten dos equipos de 11 jugadores cada uno, disputando el balón con los pies para introducirlo en la portería contraria, durante dos tiempos de cuarenta y cinco minutos. Porque está también el llamado fútbol americano, practicado con una pelota ovoidal; y el fútbol sala, practicado en un campo cubierto, de dimensiones más reducidas, con equipos de cinco jugadores; y el fútbol siete, y el fútbol de playa y...

Se asegura que este fútbol, el fútbol moderno, como tal nació en el siglo XIX en Inglaterra, ya que allí fue donde se redactaron las primeras reglas. En el siglo XX se constituye su federación más importante, la FIFA, y comienzan a disputarse los campeonatos globales: mundiales y olímpicos. Pero el fútbol antiguo o de siempre nació en muchas partes: algunos dicen que en un juego practicado en Florencia o Venecia, durante la edad media; otros que fue en el juego de pelota de los mayas.

Lo cierto es que de todas las variantes antes mencionadas, el fútbol o balompié ha pasado a ser llamado el deporte rey; su campeonato mundial, celebrado cada cuatro años, es el evento más visto del planeta. El fútbol es hoy día casi una religión, una religión sin dios, o con dioses que se alternan cada temporada o cada campeonato: hoy es Lionel Messi, ayer fue Ronaldo, antes Maradona o Pelé, mañana puede ser quién sabe quién.

Ahora bien, teniendo en las manos este volumen que me lleva a todas estas reflexiones (titulado: Reglas de juego. Cuentos latinoamericanos sobre fútbol), y teniendo en cuenta todo lo antes dicho, no se puede menos que reconocer que la relación entre deporte y literatura, o la presencia del deporte en la literatura, si bien no es precisamente de las más abundantes (comparada, por ejemplo, con temas como el crimen o el amor), sí ha tenido sus grandes momentos y aciertos. De grata recordación son los cuentos de Cortázar dedicados al boxeo: La noche de Mantequilla y el Torito; así como las incursiones de Jack London, quien en Por un bistec construye la cruel y descarnada historia del postrer combate de un boxeador fracasado y mal alimentado, ya en el ocaso de su carrera.

Yo considero que no es sencillo escribir sobre ningún tema, y sobre el deporte quizás más aún; ya que al tratar de hacer literatura sobre el deporte, se puede correr el riesgo de caer en la anécdota fácil de esquina o de programa televisivo, o caer en el cuento fácil del héroe callejero elevado a mito colectivo, con todos los lugares comunes y los excesos retóricos del caso. Sin embargo, siempre hay quien se aventura por esa vía incierta y trata de conjugar, con mayores o menores aciertos, esas dos grandes pasiones del alma: el deporte y las letras.

Como muestra, esta decena de textos que Monte Ávila Editores agrupa en un solo volumen: trabajos de distintos autores latinoamericanos (de Brasil, Venezuela, Argentina, Uruguay, Ecuador, Chile), que han escrito relatos en los que el futbol aparece ya como el centro de los acontecimientos, ya como un marco o espacio donde tienen lugar los hechos, ya en relación con otros temas, como el amor, la muerte, el fracaso en la vida. Así, estos escritores ensayan sus gambetas literarias y nos chutan desde el borde mismo del área sus historias, vividas desde dentro de la cancha, en el banquillo de suplentes, desde las gradas, desde el sillón de la sala donde el fanático sufre con pasión o desencanto, tristeza o alegría, los sinsabores de la derrota y el éxtasis del gol.

Textos y autores incluidos

El césped, Mario Benedetti

El final de una agonía, Edilberto Coutinho

El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes, Francisco Massiani

Fútbol, Chevige Guayke

Tito nunca más, Mempo Giardinelli

Buba, Roberto Bolaño

Recibir al campeón, Silvia Lago

La música de los domingos, Liliana Haeker

El penal más largo del mundo, Oswaldo Soriano

El crack, Augusto Roa Bastos

Por: Rafael Victorino Muñoz

@rvictorino27

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