domingo, 11 de septiembre de 2011

Cuentos completos - Julio Ramón Ribeyro



El hecho de no haber leído nunca antes a Ribeyro sino hasta ahora que me topo con un ejemplar de sus Cuentos completos me hace pensar en lo que Flaubert escribió en un ocasión: uno debería publicar sólo sus obras completas, es decir, abstenerse de publicar cualquier texto por separado y, cuando se piense que ya hemos llegado al final del proceso de construcción de toda la obra, de todas las obras, entonces sí publicar.

Para mí es como si Ribeyro no hubiera publicado sino esto. No asistí a la evolución de su proceso pero sí puedo verla, ya que leer las obras completas de un autor de una sola vez, en una lectura, lo que uno nota, por lo menos en el caso de este autor peruano, es una gran campana de Gauss: una curva que comienza a subir lenta y perezosamente al principio, tiene una cima (sus mejores logros) y después decae.

Como siempre, más que hablar del texto o de sus características (lo cual es bastante difícil dado que se trata de una buena cantidad de relatos) prefiero hablar de mi lectura del texto. Debo al respecto confesar que le tengo cierta desconfianza a los narradores que sólo emplean la primera persona (lo cual es predominante en Ribeyro). Me parece que es la forma más sencilla de abordar un cuento (es la que emplean todas las personas diariamente para contarnos trivialidades sobre lo que les pasó en el autobús o cuando estaban en el supermercado); cuando se trata de contar nuestros propios asuntos y empleando la primera persona parece que no se requiere de mucho esfuerzo imaginativo al abordar la psique del personaje.

Por otra parte, casi todos los relatos (no sólo los de Ribeyro) son como divertimentos, son un género ajedrecístico, inteligente: uno como escritor siempre tiene que luchar contra la presumible suspicacia del lector y tratar de desarmar las hipótesis que éste aventura. Al final uno (el escritor) gana la batalla si puede dejar sorprendido al lector. Esto no sé si lo había pensado antes, pero lo noté mucho al leer los cuentos de Ribeyro (quizás no me dio otra cosa en qué pensar).

Cuando leo un volumen de esta naturaleza (relatos completos, o antologías de relatos, ya sean individuales o colectivas) tengo la costumbre de marcar los que considero los más resaltantes para después releerlos. Ahora bien, la relectura de algunos de los relatos de este volumen me causó perplejidad: no sé si fui muy indulgente al principio o muy estricto al final, porque en algunos casos llegué a hacerme la misma pregunta que uno se hace cuando se encuentra con una ex: ¿qué le habré visto? De esta última y tajante relectura sin embargo sobreviven algunos cuentos, uno que considero simplemente un prodigio de la arquitectura narrativa: Carrusel

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