sábado, 31 de marzo de 2012

Dos textos lezámicos


El ensayo lezámico. Raúl García Palma
Fundación Editorial El Perro y la rana. 2007

Raúl García Palma (Caracas, 1958), sociólogo y escritor, se ha propuesto, con este volumen, una tarea verdaderamente compleja: ofrecer claves para desentrañar el misterio de los ensayos de Lezama Lima, ensayos que, como se sabe, comparten con el conjunto de su obra la cualidad de lo hermético, lo elusivo, donde la metáfora también es lo central, y donde también, según el propio Palma, “Lezama Lima estaría utilizando mecanismos ficcionales provenientes de su propia narrativa”.
Emprendiendo una lectura transdisciplinaria, el autor entrevé en el ensayo lezamiano una planteamiento subyacente, “que señala la posible denuncia o rectificación de lo americano”, o más exactamente de la historia de lo americano, ya que Palma ha buscado analizar el discurso científico dentro de La expresión americana. Para ello, (re o de)construye una teoría sobre el ensayo en Lezama, evidenciando la presencia de lo ficcional en articulación con el discurso histórico, “los elementos del ensayo que establecen sus posibilidades ficticias”, y los “préstamos del espacio narrativo hacia la ensayística de Lezama Lima”.
Borges en una ocasión anotó que la metafísica era una rama de la literatura fantástica. Palma, en su lectura del ensayo lezámico, pareciera sugerir que la historia acaso también lo sea para el autor de Paradiso.



La visión jubilosa de José Lezama Lima. Gustavo Pellón
Monte Ávila Editores Latinoamericana. 2005

Gustavo Pellón (Cuba, 1953) ha partido de y hacia un desafío paradójico, propuesto por el mismo Lezama, según el cual la novela Paradiso constituye la summa de toda su poesía. De allí que Pellón se haya dado a la tarea- paradójica también- de estudiar la poética de este autor en su más reconocida obra en prosa.
El autor comienza por revisar algunas lecturas de Paradiso, en las cuales “se ha intentado leer la novela según la tradición estética realista” (con respecto a ello algunos consideran una suerte de realismo fracasado por el desequilibrio entre la descripción y la narración); también revisa las lecturas bajtinianas de Paradiso, en cuanto novela dialógica y carnavalesca, y por último la lectura posestructuralista, emprendida por Severo Sarduy.
Pellón, según sus propias palabras, deliberadamente ha decidido detenerse en el precario equilibrio que, a lo largo de la obra lezamiana, sostienen “la palabra representada, proliferante y a menudo opaca y la palabra que representa, igualmente necesaria y cuya tarea es dar testimonio”. El estilo de Lezama, dice Pellón, muestra una preocupación por “domar la oscuridad para la tarea de la iluminación mística”, en un doble reto que es a la vez estético y ético.
Particularmente interesantes resultan las lecturas de Lezama que emprende Pellón en los capítulos IV (La cultura como naturaleza: una práctica americana de la lectura y la escritura) y V (Epifanía textual: un regreso a la bibliomancia), donde, respectivamente, estudia “la práctica de la lectura y la escritura como consumo cultural” y evidencia o ilustra la fe del autor de Oppiano Licario en el “carácter epifánico de la actividad literaria”.
Lejos de ofrecer claves que busquen simplificar la obra Lezamiana, Pellón confiesa que sólo ha querido compartir su asombro ante Lezama Lima, “verdadero monstruo de su laberinto”.

Rafael Victorino Muñoz
@soyvictorinox

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