domingo, 25 de marzo de 2012

Uslar Pietri: el ensayo docente y la disculpa política

Uslar Pietri, como muchos de ustedes deben saber, nació en 1906, en Caracas, ciudad que lo vio morir después de 95 años de vida, muy fecunda a decir de la mayoría. Su labor se repartió entre tres actividades: la docencia, las letras (acaso mezclando estas dos) y la política. 
En su rol de escritor emprendió obras en casi todos los géneros: teatro, poesía, cuento, novela y ensayos de diversa índole: política, educación, literatura, historia, entre otros temas. Uslar frecuentó todos estos géneros sin tratar de mezclarlos, esto es, sin un afán de experimentar demasiado. Sus mayores logros literarios los obtuvo con algunas narraciones breves- como es el caso de Simeón Calamaris, un texto que para mí no tiene ningún parangón en la literatura venezolana-; y con sus novelas históricas: la más conocida, Lanzas coloradas, que auguró en su momento un gran futuro para Uslar (la publicó cuando apenas contaba 25 años), se considera un clásico dentro del subgénero.
Ahora bien, si tomáramos la vastedad de una obra como indicador de la referencialidad, debería ser un autor citado constantemente en estudios, investigaciones, tesis y monografías. Lo cual no ocurre. Uslar no construyó modelos pero sí corpus para él mismo y para sus lectores (entiéndase: estudiantes). Para explicar y explicarse tiende a la generalización, a la categorización, como dicen los investigadores cualitativos. No es, pues, un ensayista caótico y desordenado; es el ensayista que, acaso, se parece menos al fundador del género: Michel de Montaigne, así como otros cultores del ensayo, tiende a la digresión con una negligencia muy cuidada y muy afectada. Uslar, en oposición, es un espíritu apolíneo, metódico, mesurado y, sobre todo, ordenado.
Pienso que el ensayo se acerca, o se debería acercar, a lo lírico: el ensayista escribe acerca de aquello que le preocupa, que le toca; por eso llega a ser hasta terco. Pero Uslar es un docente escritor; de allí que leamos más a un erudito que a un ensayista, de allí que veamos un orden, una línea: su afán didáctico predomina y a la opinión personal se superpone el deseo de aprovechar el momento para enseñar algo. Esto es notable sobre todo en los ensayos literarios, en los históricos, en sus crónicas de viajes y en sus programas de televisión. (No es por nada que haya tenido durante años, en prensa, una columna llamada precisamente Pizarrón.) De allí que sus argumentaciones cedan tanto espacio a sus explicaciones.
Esta constante no fue tan constante, hay casos en los que se sale de la línea y, como debería hacer todo ensayista, por fin llega a opinar, a mantener una posición en cuanto a literatura se refiere. Por ejemplo, recuerdo que, pocos años antes de su muerte, Uslar mencionó, en una entrevista, la inexistencia de verdadera crítica en Venezuela (seguramente no me había leído); acaso lo lamentaba por él mismo: por un lado, él no era criticado (insisto, no me leyó); por el otro, él tampoco solía criticar. 
Pero, creo que fue en los textos de opinión política en los que más se nota a un hombre exaltado, apasionado y vehemente, inclusive. Se sabe de su permanencia en puestos políticos, en épocas no muy claras ni muy gloriosas (como su presencia en la Comisión Delegada del Congreso Nacional durante el Porteñazo); lo cual siempre le reprocharían sus oponentes políticos y literarios (imagino que los políticos lo acusaban de intelectual y los literatos, de político). Se sabe también de sus secretas aspiraciones al poder. Todos estos hechos (incluyendo haber regresado al país cuando derrocan a Gallegos) lo obligarían constantemente a justificarse, ante los otros y ante sí mismo; su capacidad argumentativa al respecto sería más ejercitada. 
Es, pues, en los ensayos de contenido político en los que leo a un hombre que opina y no a un hombre que enseña, leo una posición mantenida aún a pesar de que se le critique. (Como en efecto se le criticó alguna vez por su comodidad.) En alguna ocasión se atrevió a echar un disparo por la revolución: seguramente recuerdan aquellos años de la moribunda democracia, cuando Uslar, al frente de algunos intelectuales, constituyó un grupo: los Notables
No he considerado necesario abundar en ejemplos que, extraídos de las obras de Uslar Pietri, sustenten mis juicios, porque todo lo que afirmo deriva de una lectura global. Tratando de buscar una analogía apropiada para ilustrar este asunto, he recordado una definición que en un estudio de estadística un profesor de la materia da a su profesión: un estudioso de la estadística es un sujeto que, teniendo los pies en un cubo de hielo y la cabeza en un horno a 350°, respondería “en promedio me siento bien” si le preguntaran cómo se encuentra. Sé que no es lo más apropiado, pero fue lo único que se me ocurrió para comparar esa visión general derivada de la lectura de la obra ensayística completa de Uslar. 




Rafael  Victorino Muñoz
@soyvictorinox

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